SINCRETISMOS

Entre los oficios y el academicismo

La pregunta por el papel de las artes en el proceso de construcción nacional recibió atención en la región andina, especialmente hacia las últimas décadas del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX. Aunque la tensión entre las bellas artes y la formación en oficios se materializó en discusiones ideológicas con diferentes versiones y pequeñas variaciones de acuerdo al país desde donde se gestaban, es válido afirmar que, en la mayoría de los casos, las artes fueron concebidas como “faro de civilización y progreso”, ya fueran bellas, decorativas, mecánicas o aplicadas.

En el caso ecuatoriano, la identidad moderna reflejada en sus artes fue paradójicamente moldeada por la impronta de una institución premoderna, la Escuela Quiteña, que sentó las bases tanto para el desarrollo de la educación artística moderna como para la consolidación de una tradición en oficios y manufactura de alta calidad. Pese al lenguaje formal moderno de esta producción artística, la permanente tensión entre tradición y modernidad se ve reflejada en sus materialidades, que aluden a tiempos e imaginarios prehispánicos. En sus obras, la textura se convierte en una piel que trasciende y habita las diferentes escalas, con una especial atención al detalle y la manufactura que ayuda a situar al ser humano en el centro de lo que significa modernidad en América Latina: una pensada con las manos y los cuerpos de las y los artistas; forjadora de estéticas transicionales a su vez informadas por una noción de progreso que no marginó al artesano, ni al obrero, ni al operario, ni a lo indígena sino que les incorporó como parte esencial de su empresa.