Por José Miguel Mantilla S., MS, Ph.D. (c)
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Un prolongado sueño viven los herederos de la casta de Senenmut y odiarán siempre a todo el que pretenda despertarlos, aunque sea para ofrecerles maravillosos dones
TODAS NUESTRAS MANIFESTACIONES SON ASPIRACIONES AL OLVIDO
Señala Manfredo Tafuri, en la introducción al libro Sobre el Renacimiento, que la cultura arquitectónica contemporánea parece haber asumido un pecado original, un estado de amnesia colectiva deliberadamente escogida, cuya expiación resulta urgente si queremos recuperar la plenitud del sentido de nuestro oficio. Nuestro pecado heredado, cuyo origen suele ser indebidamente atribuido a la rebeldía del Movimiento Moderno, ha tenido como consecuencia la amputación de las raíces, la abolición de los principios esenciales sobre los que se afirmó la arquitectura durante más de dos mil años.
La sección de los martes, titulada “Terapia el recuerdo”, estará destinada a satisfacer el esmero de aquellos apreciadores de la arquitectura que, fastidiados de los vaivenes perversos de “lo nuevo”, elijan dar un vistazo a los principios esenciales de nuestra lejana y prácticamente olvidada tradición.
AMNESIA COLECTIVA Y OBSESIÓN DE «LO NUEVO»
Las variadas tendencias predominantes de la arquitectura han seguido, durante el último siglo, el patrón de movimiento de un vaivén, o el de una gallina decapitada, que corre de un lado al otro de la plaza, ante la mirada estupefacta de la gente, con la esperanza de hallar en su avance lo que, de hecho, ha sido impasiblemente dejado atrás. Cada movimiento alternativo, primero hacia un lado, después hacia el contrario, se sostiene sobre la promesa de liberar a la cultura arquitectónica de las desgastadas normas precedentes para «descubrir» algo completamente distinto y excluyente de cualquier atributo que poseyera el periodo anterior. Si el nuevo realismo social de la arquitectura contemporánea (2008-2016) surgió en oposición a la era de los starchitects (1997 a 2010) y a las exuberancias del deconstructivismo (1980 a 1997); estos, a su vez, surgieron en respuesta al neorracionalismo (1970 a 1980), que surgió como respuesta al posmodernismo (1957 a 1967), que surgió como respuesta a las vanguardias modernas (1911 a 1957), que surgieron como respuesta al academicismo historicista, que surgió, simple y llanamente, de la mediocridad cultural que engendraron las revoluciones burguesas del siglo XIX.
Además de haber sido el resultado del predecible y cansino meneo estilístico de los últimos noventa años, hay algo adicional que todos estos “movimientos” arquitectónicos (alentados por las empresas editoriales, las organizaciones y las escuelas de arquitectura alrededor del mundo) tienen en común: su condición heterodoxa frente a una distante tradición, tan lejana que ya ni se recuerda en qué consistió y por qué, en algún momento, dejó de parecernos apropiada.
LA REDENCIÓN DE NUESTRA CULPA COLECTIVA
Frente a la anomia de la errante cultura arquitectónica contemporánea, dice Tafuri, surge la necesidad inaplazable de una “terapia del recuerdo”. Nos sumamos a aquel juicio y los invitamos, cada martes, a volver nuestra atención hacia la remota, vieja y olvidada ortodoxia arquitectónica, con el ánimo de expiar nuestras conciencias de la pesada culpa del olvido.