El edificio de la Alianza Francesa de Quito, se ha convertido en un elemento arquitectónico emblemático de la ciudad, no solo por su indiscutible belleza, premiaciones arquitectónicas, como el Premio Ornato que le otorgó el Municipio de Quito y el premio a la mejor fachada de las Alianzas Francesas alrededor del mundo; si no también por cumplir uno de los tantos retos de la obra arquitectónica, que es su adaptabilidad a los cambios y necesidades del usuario a través del tiempo. Es evidente que la obra ha sufrido varias alteraciones, desde cómo fue concebida, cómo fue ejecutada y finalmente cómo se encuentra en la actualidad.
Los autores de la obra son Diego Banderas, Mario Solís, Rubén Moreira y Juan Espinosa, integrantes además del grupo 6, aquel grupo que puso un sello en la forma de hacer arquitectura en la época de los 70s y 80s, momentos en los que se empezaba a imponer la arquitectura moderna del Ecuador.
El recorrido por la Alianza Francesa de Quito, realizado por el Colegio de Arquitectos de Pichincha, comenzó en la entrada de la Av. Eloy Alfaro. Los participantes se agruparon junto a Juan Espinosa quien sería el encargado de guiar al grupo y explicar desde la concepción del proyecto hasta su resultado actual.
El grupo caminó hacia la entrada de la Av. 6 de Diciembre donde originalmente se planteó el ingreso principal, tomando como prioridad al peatón. Juan explicó, a través de una serie de sorprendentes dibujos realizados a mano, la experiencia que tenían en mente para los usuarios del lugar al momento de ingresar al sitio, que remataba con 3 cúpulas de ladrillo y hormigón visto que señalaban el final del espacio público y el inicio del edificio, las cuales en la actualidad se encuentran cerradas.
Juan, a su vez, señaló un espacio vacío en el exterior donde alguna vez se planteó un auditorio que nunca llegó a ser construido debido a problemas económicos, el cual sería el elemento faltante que daría aún más fuerza y significado a la plaza de ingreso.
Pasaron a través de la cafetería, el cual era el único acceso hacia el edificio desde la Av. 6 de Diciembre. Al llegar al espacio central, Juan explicó la intención de diferenciar los espacios, a través de la altura, la forma, la luz y la materialidad. La luz bañaba el hall principal y cada uno de sus ladrillos, que ahora se encuentran pintados de blanco, desde claraboyas ubicadas en la parte más alta dando a los usuarios una experiencia única.
Llegando a la circulación principal, “la calle” como lo denomina el arquitecto, se extiende el eje principal que organiza todo el edificio. Siendo un recorrido tan importante remataba en uno de sus lados con oficinas y lockers, lo cual hace que pierda fuerza, sin embargo, Juan nos explicaba que ese espacio no se planteó de esa manera, ahí se encontraban las cúpulas que fueron cerradas del ingreso principal y cambiaron por completo de uso.
Al recorrer “la calle” se encuentran espacios en donde se descubren una serie de patios que complementan los usos, como la biblioteca, que cuenta con el ingreso del sol de la tarde que llena e ilumina el lugar, que, complementado con el viento y la vegetación del patio, genera una sensación distinta al resto del edificio. Esa es parte de la diferenciación de espacios que los arquitectos planteaban, según Juan Espinosa, para generar una experiencia única e irrepetible en el proyecto.
El recorrido terminó al visitar el exterior de la edificación, espacios, que en la actualidad se encuentran olvidados y donde se planteó construir la casa para el director de la Alianza Francesa, un espacio que nunca fue creado por temas económicos. No obstante, Juan afirma que fue la decisión acertada analizando debido a las condicionantes actuales y a la intercambiabilidad del personal. Esto hace que lleguemos a la conclusión de que una edificación arquitectónica siempre va a estar regida por las necesidades del usuario a través del tiempo.
Escrito por Bryan Velasteguí y Fernanda Cisneros