Cuando visitas “Casa Taller”, te sorprende la sencillez, hermosura y profundidad del que fue el hogar del Arquitecto Francisco Ursúa. Pareciera que casa y creador están ligados en su personalidad. Por eso, aún sin conocer al autor, se lo puede sentir a través de su obra. El sábado 17 de agosto, alrededor de 40 personas se unieron a nuestro CAE Visita para descubrir, de primera mano, este tesoro arquitectónico de Quito.
El recorrido se inició en el ingreso de la casa, donde los colores de la bandera de México, país de origen de Francisco, nos reciben en los ventanales de entrada. El guía de la visita fue el Arquitecto Alex Piedra, quien, entre anécdotas de la vida de Francisco, iba revelando detalles arquitectónicos de la obra. Francisco Ursúa, vivió en Chile, Brasil y México, antes de recibir una beca para estudiar en la Sorbona de París.
Luego de vivir y visitar tantos países llega a Ecuador para trabajar en temas de conservación del Centro Histórico de Quito, ahí es donde se enamora de la capital ecuatoriana y decide dejar México. En sus propias palabras “cuando decidí radicarme en Quito, tenía dos opciones: comprar una suite pequeña en el Quito Tenis o regresar a mis orígenes modestos de México comprando en un barrio de invasión. Opté por lo segundo. A mí no me impresiona el medio lujo quiteño, los barrios suelen ser ordinarios y pretenciosos. Acá tengo un bosque en frente. Este barrio es pobre, pero no es pretencioso”, dijo en entrevista a la Revista Clave.
La casa es producto de la tristeza y la añoranza de México, es el reflejo de su historia y de su vida. Francisco decía de sí mismo que era un “Arquitecto triple A: Arquitecto, Aviador y Artista”. La propiedad, ubicada entre dos calles paralelas, tiene una diferencia de nivel de 30 metros entre sus extremos, formando un polígono cuadrilátero. Como todo un maestro arquitecto, Francisco usó esto a su favor, construyendo su casa en el nivel más bajo e implantando su taller de trabajo en el extremo más alto. Esta estrategia le permitió producir, hacia el interior, un plano inclinado que se convirtió en su jardín.
Mientras los visitantes observaban con curiosidad cada espacio, descubrían joyas arquitectónicas e históricas, por ejemplo, las primeras ediciones que se encuentran dentro de su biblioteca y la disposición de la luz en toda la casa. En cada mirada se descifra un cuidado al detalle tan absoluto de su creador, que su obra se convierte en uno con su deseo.
Para recorrer los 1.400 m² de terreno se debe pasar por escaleras de piedra y muros. A la mitad del camino, una tina sorprendió a los invitados. Al finalizar el trayecto se encontraron con su taller de trabajo, espacio que en algún momento fue un hangar, donde construyó una avioneta que ahora vuela en el Puyo. Pero, ¿cómo pudo salir un avión desde este taller? Pues, el techo es corredizo y se abre por completo. Y así, mirando hacia el azul cielo de Quito, finalizó el recorrido.