Dibujo: Arq. Pablo Vallejo

Pablo Vallejo Urresta

Eficacia e intención son conceptos concatenados por las leyes del hacer o construir, indispensables para poder convertir algo, transformarlo.

La intención es la etapa virtual de todo proceso; se nutre de las ideas acumuladas, experiencias y objetivos. La intención es el plan.

La eficacia se denota en la conclusión, en la transformación del hecho y en el cumplimiento de las intenciones. Entre más medibles, claras y metodológicas sean las intenciones, más eficaces serán los procedimientos.

La eficacia es una capacidad: permite alcanzar un efecto después de realizar una acción. No tiene que ver con el concepto de eficiencia pero podría confundirse fácilmente, ya que ser eficiente es cómo se usa o se aprovecha de la acción.

La implantación del ‘Condominio Profesional’ (1976) podría calificarse de eficaz. Esta es una obra de los arquitectos Peñaherrera, Mora y Vélez, quienes comenzaron su práctica en el año 70. La construcción se realizó en un terreno de 150 m2, en medio del damero casi regular del barrio América, en Quito.

Este barrio se desarrolló de forma paralela a la Mariscal, a partir de 1920. En el barrio América, la ocupación se produjo de forma ecléctica; se combinó la línea de fábrica, en la mayoría de cuadras, con casas ajardinadas, en casos especiales, similares a la ocupación de La Mariscal. Bajo esta circunstancia se implantó el  edificio que ocupa un lote esquinero entre las calles Manuel Larrea y Santiago.

Andrés Peñaherrera, Renán Mora y Rafael Vélez Calisto se agruparon alrededor de una oficina, fundada en 1975, y la llamaron ‘Arquitectura y Consultoría’.

El volumen del  edificio sobrepasa con dos cuerpos y medio (el edificio tiene 5 pisos y un ático) las casas residenciales de los años 30 y 40, que conforman la primera ocupación del barrio. También se retranquea de la primera línea de fábrica, que disponía las casas con jardines frontales. Del aparejo de la anterior línea de fábrica,  crea dos adosamientos generales y ciegos: el lateral  y el posterior. Lógicamente solo tiene dos únicas fachadas.

La fuerza del emplazamiento genera un eje que remata en la esquina; este eje se desarrolla con el sentido de la calle Manuel Larrea. Esta es la fachada dominante, por aquí se accede desde la calle. Se crea un local comercial a nivel de calle y un sótano que hace que para ingresar se tenga que ascender por un podio, es decir la primera planta se esfuerza por generar dos visiones del ingreso: el primero es el comercial, a nivel de calle, y otro más doméstico, con medio piso por encima. El remate de la esquina se compone de un sacado al volumen principal y un pórtico a una sola columna. En este punto se aglutinan los esfuerzos: el del ingreso al local comercial y el graderío exterior (el podio) para poder ingresar al hall interior. Este planteamiento responde a la esquina, dejando parte de lo abstraído en la fachada lateral para poder incluir el ingreso relegado de la calle Santiago. Aquí se mitigan las fuerzas de ingreso y las fronteras de uso con la calle.

No se comprueba (yo no lo sé, pero debería saberlo)  si esta ocupación al máximo fue una disposición legal o una propuesta personal de los proyectistas. Se podría pensar que la descortesía con el solar situado a espaldas del proyecto —que hasta la actualidad es ocupado por una casa con jardines perimetrales, posiblemente de la década del 40, que sufre la fachada ciega de su vecino— se debió a una ordenanza o a una postura optimista que visionaba un cambio radical en el barrio.

El cambio de uso, a lo mejor, puede darnos visos de cuál era la expectativa que se tenía en esos momentos. El edificio se plantea para oficinas o despachos privados, en un barrio que fue residencial en sus inicios pero que convivió con el comercio de todo tipo, las visiones o confusiones de las energías  sociales, económicas y políticas. En la actualidad, estas dinámicas resultan en una imagen desconcertante e inacabada al barrio.

De nuevo al edificio. En su superficie se compone de forma clásica y casi teatral como una “columna” con sus cuerpos: base, desarrollo o cuerpo y remate. El primer elemento es el sector más público. Se presenta con la estructura completamente expuesta, casi solo defendida por la ventanearía del local de planta baja y, desde luego, por las puertas de ingreso. Aquí, la indefensión se combate con una ligera protección de la losa en volado del primer piso alto.

El cuerpo del proyecto es un volumen profundo. De esta forma se crea, entre los abstraídos de las ventanas y los paños de ladrillos, un contraste fuerte. Así, la fachada consigue ser profunda y regular intercalada. Los gestos en este punto son evidentes de su intención, la estructura  desaparece. El primer remate de la quinta losa (que cubre el cuarto piso y soporta el quinto) se define con un antepecho que, aunque pertenece al cuerpo, coquetea con ser inicio del remate. Quizás esta intención podría llamarse dinámica, al dar características cualitativas entre estas dos secciones.

El remate se define en dos losas, traslapadas entre sí. Estas solo se responden a ellas mismas y se justifican con la terraza del sexto piso. Por otro lado, el remate guarda relación con un capitel, al compartir sitio al final de la composición y ser la parte más adornada.

La pantalla del remate se define con una textura  de ventanearía compuesta con elementos verticales de hormigón, finos y recurrentes.

Los tres cuerpos coinciden con los siguientes usos: la base, con el comercio; los pisos segundo, tercero y cuarto, con oficinas para la venta; el piso quinto, con el espacio de taller y oficina de la firma del trío de arquitectos y la última planta para despachos, área de dibujo y bodegas.

El último y decisivo factor de integridad del edificio es el manejo de la circulación vertical. Aquí se utiliza el eje frontal o de composición y es más evidente en la planta. La circulación en planta recrea la circulación industrial de la modernidad. El cajón de grada queda a la vista, unido a los pasillos. En el otro frente, el eje lo recibe con un vacío que se interrumpe solo con el ritmo de la estructura. Las vigas aparecen para rebotar la luz que se chorrea por el muro, igual cosa sucede con la grada y los descansos que distribuyen la luz en este espacio interior.

La influencia del brutalismo es evidente; los hormigones están entablillados, el ladrillo está crudo y la madera remata la materialidad. Los autores atribuyen su postura a una frase acuñada en la época en que compartían ese sitio de trabajo: “Hay que sacarle provecho al material». Esta expresión podría estar inspirada en lo escrito en ‘Hacia una Arquitectura’ de Le Corbusier, que dice: “la arquitectura tiene que establecer con materias primas relaciones conmovedoras”.

Quizás la postura material fue una reacción a la generación anterior de arquitectos, a los autores que platearon una materialidad hermética y lisa, sin proezas espaciales.

Estas intenciones podrían traducirse en una arquitectura cuya eficacia radica en dar alternativas críticas y objetivas, guiadas a hacer planteamientos que van más allá del utilitarismo.

Fotografías: Ciboney Salgado

Planos realizados en: Habitarq estudio