A una hora de la ciudad de Quito en el sector de La Morita, en Tumbaco, resguardada tras los muros altos y amarillos de la pequeña urbanización familiar y flanqueada por una capa de césped se alza como un castillo, impactante y caprichosa, La Casa RDP.
Es esta planicie de césped que nos recibe a los CAE Visitantes que ansiosos queremos entrar a la amalgama de metal, vidrio, madera y hormigón que se presentaba frente a nosotros. Pero antes, entre risas, el gran grupo presente se dividió en dos, uno con cada uno de los autores de la obra, Daniel Moreno y Sebastián Calero, para disfrutar de una mejor manera la visita.
Comenzamos el recorrido rodeando la casa mientras el Arquitecto Sebastián Calero describía los puntos importantes y los aspectos más interesantes que tuvieron que afrontar durante la etapa de diseño “Jugamos mucho con la idea del equilibrio” decía Sebastián mientras nos señalaba el container de metal pesado y robusto que se proyectaba en el aire irrespetuoso de las leyes de la gravedad, “El diseño se tuvo que trabajar mucho y por mucho tiempo, se realizaron varias maquetas para entender, primero al terreno y luego la volumetría. Fue un extenso trabajo y una constante negociación con el cliente donde se fueron puliendo las ideas y llegando a acuerdos para que el proyecto saliera de la mejor manera”. Seguimos rodeando la casa mientras el arquitecto nos indica los containers “queríamos que los contenedores mantengan sus imperfecciones, sus abolladuras, contando su historia de uso. Retiramos la pintura que daba hacia el exterior y la cubrimos con anticorrosivo, para evidenciar la esencia del metal”.
Mientras terminábamos de dar la vuelta Sebastián nos indica el sistema de la casa: ésta se compone de bases de hormigón alisadas, dispuestas a diferentes niveles respetando la topografía, que sobresalen lo mínimo y se ocultan bajo los contenedores volados; los contenedores son asignados para los servicios de la casa (baños, cocina, garaje, closets, sala de juegos, galería, taller) y además de servir como la estructura base para las vigas, marcan las pausas del proyecto donde se distribuyen las zonas habitables del proyecto “queríamos evitar que los containers sean los espacios habitables, por cuestión de clima y confort”, todo este conjunto es integrado por las pasarelas de madera y los grandes ventanales que cierran y conforman los espacios y por último las vigas metálicas y las losas de hormigón.
Era el momento de entrar y, a pedido del dueño de casa, nos teníamos que quitar los zapatos a la entrada sintiendo el hormigón helado del exterior en los pies. Pero el calor y confort que se sentía dentro nos hacía olvidar que el frio exista. Al entrar, nos recibía el comedor, el silencio estridente de un piano de cola, y el bajo sonido del crepitar de la madera en la chimenea que solo se interrumpía por la explicación del arquitecto mientras los visitantes nos quedábamos boquiabiertos. Es en el interior donde se revela ese amor y dedicación a los detalles casi obsesivo de los autores, un entendimiento de la arquitectura que llega hasta la médula y que logra sorprender a cada paso, siempre que se abría una puerta o que un mecanismo se usaba para descubrir una nueva función, mientras te parabas y mirabas cada remache, cada tornillo que estaban en el lugar exacto cumpliendo la función que tenía y quería cumplir, cada librería, cada mueble, cada espacio diseñado minuciosamente y particularmente. Al recorrer por dentro la casa, los comentarios de los visitantes emocionados no faltaban, y cuando llegamos a las habitaciones nos dimos cuenta que, literalmente los dueños volaban en sueños, porque estas estaban suspendidas en el aire por un sistema de vigas y cables que hacían parte de la arquitectura. Ya al final los más atrevidos subían a la segunda planta y se atrevían a caminar encima del pasillo de cristal para llegar a la galería estudio que te daba una gran vista hacia las montañas.
Era claro como el exterior se vuelca hacia el interior haciendo que sea un solo gran espacio, gracias a los grandes ventanales y como los límites internos de la casa se vean desdibujados por la vista hacia el exterior que las aberturas ofrecen.
Al salir lo entendías todo, el gran castillo se alzaba frente a ti con la torre de vigilancia que hacía de galería, sus almenas y zonas fortificadas de metal, su paso de entrada que el detalle de dos cables metálicos lo hacía parecer un puente levadizo que descansaba bajo para la entrada de todos.
El zaguán nos despedía y daba fin al recorrido sin antes darnos la última sorpresa, un cuadro maravilloso de un piano callado, un comedor tranquilo y una sala acogedora, familiar, calentada por una fina chimenea enmarcado por dos containers una fina losa de hormigón y el bloque de hormigón alisado abrillantado con una capa de vidrio que podías ver desde fuera y te invitaba a querer ser parte de ese cuadro maravilloso.
Así concluyo la XXI edición del CAE Visita con los elogios a los dos grandes Arquitectos encargados de la obra y la promesa de seguir visitando más obras que enriquezcan a todos los que hacemos y haremos parte de esta fabulosa iniciativa.
Autor: Andrés Asanza Romero Saar
Para más información del proyecto visita http://arquitecturapanamericana.com/?p=36897