Fotografía: Camila Montesinos, abril de 2016.
Desde el anhelo por ver lo que debe ser visto, comprometernos y entender nuestra presencia; la sección de los viernes pretende (re)descubrir obras que, a través de su aceptación y dominación de la realidad se han desafiado para buscar “nada menos que el todo”.
Por Johanna Medina
Tiempo de lectura: 2 minutos; número de palabras: 300
“Si bien los colores y la luz guardan entre sí relaciones exactísimas, tanto aquellos como ésta pertenecen en un todo a la naturaleza; pues a través de ellos la Naturaleza quiere manifestarse particularmente al sentido de la vista.”
Goethe, Teoría de los Colores.
Cuando le preguntaron a Siza el motivo por el que sus obras son blancas (esperando tal vez que fuera consecuencia de la tradición portuguesa que se convirtió en normativa obligada en algunas ciudades); él respondió simplemente que no tenía razones suficientes para usar un color específico.
Así pasa en gran parte de sus edificios e intervenciones y cuando no pasa, prefiere dejar el material visto.
Pero hay una excepción, tan evocadora como disimulada: En la Facultad de Arquitectura de Oporto, como remate del claro recorrido horizontal, algo distante y sin uso particular, se construyó una pequeña aula pública no mayor a 15m3. Por fuera es blanca al igual que el resto de las edificaciones, pero por dentro es tan roja como puede llegar a ser la pintura.
El rojo de los muros y techo es tan intenso en presencia de la luz solar, que las retinas se saturan al cabo de unos segundos y el cerebro amenazado equilibra la sensación con un filtro complementario. Si uno es paciente, advierte entonces que todo el tiempo hemos estado rodeados de árboles y que esos árboles son muy, muy verdes.
Las tres gradas que parecían conducir a la nada, son ahora más lógicas que una función. El hecho arquitectónico ha sido diseñado con voluntad y se revela a los ojos que ven.
Nota: ¡Alabanzas para el Círculo Cromático de J. W. Goethe!, el único que plantea a los colores rojo y verde como complementarios; y acepta el subjetivismo de la percepción visual como herramienta para experimentar y comprender su belleza.