Detalle de la pintura La escuela de Atenas, Rafael Sanzio (1510-1512)

Por José Miguel Mantilla S., MS, Ph.D. (c)

Tiempo de lectura: 7 minutos, número de palabras: 1305

Comentamos la semana pasada, en este mismo segmento, que según Manfredo Tafuri, la cultura arquitectónica contemporánea requería, de manera urgente, una terapia del recuerdo que le hiciera salir de su estado de amnesia colectiva. Prometimos preparar una serie de entregas orientadas a volver nuestra mirada hacia la remota, vieja y olvidada ortodoxia arquitectónica, con el ánimo de expiar nuestras conciencias de la pesada culpa del olvido. No se trata de una nostalgia del pasado, puesto que no buscamos una reflexión sobre las condiciones específicas del mundo pretérito. Nuestra pregunta es tan relevante hoy como lo sería en cualquier otro momento, pues consiste en la indagación por el conjunto de leyes invariables de la arquitectura, aquellas que, por su misma condición de inmutabilidad, no pertenecen únicamente al pasado pero sí a todos los tiempos.

En la primera parte de esta terapia intensiva del recuerdo repasaremos sobre un asunto esencial denominado “leyes internas del arte”. Esto, hoy en día, parece un sinsentido. Hace mucho que nos habituamos a pensar que en el arte no hay leyes ni nada que se les parezca. La noción generalizada respecto a la actividad artística se reduce a una manía por lo nuevo y a una confianza excesiva en la “inspiración” y en los brotes espontáneos de creatividad. También hemos llegado a pensar que la arquitectura, teniendo fines más prácticos e inmediatos que la música, por ejemplo, no cabe dentro de la categoría de las artes. Se debe tener en cuenta, sin embargo, que la idea de que en la arquitectura (o en el arte) no existen leyes permanentes y universales, que apliquen siempre, a todos y en todas las situaciones posibles, es relativamente nueva. Deberíamos, al menos, dar el beneficio de la duda a la opinión de épocas anteriores, un parecer sobre el que se sostuvo la arquitectura durante más de 20 siglos. Del mismo modo es importante tomar en consideración que la idea de que la arquitectura no es, o no debería ser arte, es extremadamente reciente, puesto que, desde Platón (500 a.C.) hasta Schopenhauer (siglo XIX), no existió la menor duda al respecto. Tampoco dudaron de aquello los principales representantes de las vanguardias arquitectónicas de inicios del siglo XX.

Podremos estar de acuerdo, o no, con la concepción de “Arquitectura” que se tuvo en el pasado pero debemos, al menos, conocer bien esa posición para tomar una postura crítica responsable al respecto. Hoy en día el rechazo a la teoría y a la historia parecen ser más bien una excusa para desconocerlas, “una indiferencia, una especie de obtusidad moral, de bienestar satisfecho, de olvido”[1], antes que una posición crítica y meditada frente a las mismas.

LA CONCEPCIÓN CLÁSICA DEL ARTE Y LA ARQUITECTURA

La historia de la filosofía del arte da cuenta del devenir del pensamiento estético desde el periodo clásico de la Antigua Grecia hasta la actualidad. La influencia de la concepción platónica del arte, lo que Erwin Panovsky ha definido como la “actitud clásica”, recorre de forma constante las principales manifestaciones de la cultura artística en el mundo occidental. Pero ¿qué es el arte? o ¿qué se entendía por arte en épocas pasadas? Al parecer, aquello es lo que no está claro y motiva tantas dudas. En resumen, en esta entrega mencionaremos cuatro puntos esenciales para la comprensión del clasicismo en las artes. Este será el punto de partida de nuestra terapia del recuerdo:

  1. La concepción clásica del arte ha estado siempre afirmada en la filosofía idealista de Platón.

En lo que respecta al arte, el pensamiento clásico está íntimamente relacionado a las ideas de Platón. En sus diálogos se plantearon, exploraron y resolvieron los problemas fundamentales de la filosofía del arte de acuerdo a una metafísica que ha tenido la mayor influencia en la cultura occidental (Hofstadter & Kuhns, 1964).

  1. Según la filosofía platónica la obra artística no debe copiar la apariencia externa de las cosas del mundo natural pero debe comprender y representar los principios universales en los cuales las mismas formas de la naturaleza tienen su origen.

Platón rechaza la idea del arte como imitación de los objetos del mundo natural. Allí está el origen, en occidente, del permanente impulso hacia la abstracción en las artes. La reproducción fiel de un árbol o una mesa eran, para él, un despropósito y una forma de engaño. Pero, por otro lado, Platón apreciaba la posibilidad de representar, mediante el arte, los principios esenciales del Universo y de dignificar, de este modo, la materia informe con el esplendor de la verdad (Platón, 1993). Friedrich W. Schelling lo supo explicar en esta expresión: «En el arte se transfigura la realidad sensible, haciéndola aparecer como si fuera espíritu. En este sentido la creación artística no consiste en la imitación de algo ya existente, sino en la continuación del proceso del Universo por la actividad del alma humana.»

  1. Las leyes esenciales del arte consisten en la expresión de las leyes universales que reconocemos configurando los objetos de la naturaleza a través de las formas propias de cada disciplina artística.

En lugar de reproducir la apariencia de las cosas del mundo natural, el artista debe comprender y representar los principios eternos y universalmente válidos que se encuentran en la naturaleza. Esta manera de entender el arte, fiel a la naturaleza, pero no a las formas aparentes del mundo natural sino a los principios en los cuales la misma naturaleza tiene su origen, es el fundamento primigenio del clasicismo en las artes (Hegel, 2005).

  1. La arquitectura es autónoma. Las formas de la arquitectura no están condicionadas por las formas de las creaciones específicas del mundo natural pero sí están de acuerdo con las leyes que dan forma a aquellas creaciones.

La arquitectura posee elementos, reglas y formas propias afirmadas en el conocimiento de los principios generales y de los elementos del juego lógico-sintáctico de la delimitación del espacio. El orden, la unidad, la armonía, fueron algunos de los principios sobre los que históricamente se instituyeron aquellas reglas. La regularidad de esas formas, su coherencia interna y hacia el mundo que las rodea, las hace equiparables a las creaciones de la naturaleza, sin ser su imitación (Armesto Aira, 2014). La arquitectura produce creaciones originales, las mismas que, si bien están de acuerdo con las leyes naturales, no están condicionadas por las creaciones específicas del mundo natural. (Semper, 2014).

Por otro lado, decir que la arquitectura es autónoma no quiere decir que sea independiente y que pueda separarse de la realidad. La arquitectura ha de entenderse, de un modo obligado, con los hechos concretos del entorno físico, tecnológico, cultural, social y medioambiental, para cada situación particular en la que será demandada. LA ARQUITECTURA HA DE SER COHERENTE CON LA REALIDAD SIN, POR ELLO, DEJAR DE SER COHERENTE CONSIGO MISMA.

PRÓXIMAS ENTREGAS

Los cuatro puntos en los que hemos resumido la concepción clásica del arte y de la arquitectura serán el lugar de partida para la comprensión de la tradición del clasicismo a lo largo de la historia. La próxima semana estudiaremos de qué modo estos principios se manifestaron en las formas de la arquitectura griega y romana. Más adelante observaremos cómo resurgieron en la obra del gran Andrea Palladio. Si todo resulta bien y parece que éste esfuerzo ha valido la pena, explicaremos la reaparición de la concepción clásica de la arquitectura en Blondel y Boullée. Más adelante es probable que empleemos nuestros conocimientos de las leyes esenciales del clasicismo para refutar el mito de que el Movimiento Moderno supuso la abolición definitiva de los principios sobre los que se afirmó la arquitectura durante más de dos mil años. Entenderemos que en la primera mitad del siglo XX resurgió el clasicismo, por última vez, pero el mundo estaba ciego: ojos que no ven[2].

BIBLIOGRAFÍA

Platón. (1993). La República. Bogotá: Panamericana Editorial Ltda.

Hofstadter, A., & Kuhns, R. (1964). Philosophies of Art & Beauty. Selected Readings in Aesthetics from Plato to Heidegger. Chicago: The University of Chicago Press.

Hegel, G. W. (2005). Lecciones de estética. México, D. F.: Ediciones Coyoacán, S. A.

Armesto Aira, A. (2014). Der herd und dessen schutz: Gottfried Semper o la arquitectura como ciencia. En G. Semper, Escritos fundamentales de Gottfried Semper (págs. 7-66). Barcelona: Fundación Arquia.

Semper, G. (2014). Escritos fundamentales de Gottfried Semper. (A. A. Aira, Ed., & M. G. Roig, Trad.) Barcelona: Fundación Arquia.

[1] Frase tomada de la Autobiografía Científica de Aldo Rossi.

[2] “Ojos que no ven” es el título del capítulo IV del libro Hacia una arquitectura, capítulo en el que Le Corbusier desarrolla estas mismas reflexiones.

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