Platón con el Timeo. Detalle del cuadro La escuela de Atenas, Rafael Sanzio (1510-1512)
Por José Miguel Mantilla S., MS, Ph.D. (c)
Tiempo de lectura: 7 minutos, número de palabras: 1572
«La arquitectura se ahoga con las costumbres» Le Corbusier, Hacia una arquitectura
En un valioso ensayo sobre la fuerza de las costumbres -aquellas “violentas y traidoras maestras” que no dejan apenas lugar para pensar- Montaigne refiere que la búsqueda de las razones primordiales y universales resulta siempre ardua y trabajosa. Finalmente el descubrimiento es casi siempre tan obvio, por verdadero, que todos afirmarán haberlo advertido con anterioridad. En el camino se habrán ganado numerosos enemigos a cambio de muy pocas expresiones de gratitud. Por este motivo, afirma Montaigne, las personas prefieren lanzarse oportunamente al amparo de las conductas ocasionales, donde se engríen y triunfan con facilidad. Seguramente a esto se debe que, durante los últimos sesenta años, los encargados de transmitir el conocimiento de la cultura arquitectónica anduvieran demasiado atareados en destacar, según la costumbre vigente, “las discontinuidades, pluralismos y contrastes que forman parte de la esencia de la condición contemporánea”[1] como para emplearse en la ardua y trabajosa tarea de rememorar las razones primordiales y universales de la disciplina.
LA CLAVE OCULTA DE LAS LEYES INTERNAS E INMUTABLES DE LA ARQUITECTURA
La semana pasada afirmamos que la arquitectura debe ser coherente con la realidad sin dejar de ser coherente consigo misma. Mencionamos también que la historiografía del arte denomina “actitud clásica” a aquel enfoque que, en consonancia con la filosofía idealista platónica, busca establecer un equilibrio entre las leyes internas e inmutables de las disciplinas artísticas y las mutables circunstancias de cada época y lugar (Panofsky, 1998). En esta ocasión iremos tras el rastro de las leyes internas de la arquitectura según se manifestaron en uno de los momentos más lúcidos del clasicismo en la historia de la arquitectura: las teorías tectónicas del siglo XIX.
¿Qué podemos decir hoy de las leyes internas e inmutables de la arquitectura?
Los grandes arquitectos de todas las épocas se plantearon esta pregunta. Las ruinas de las edificaciones antiguas eran, para ellos, el único testimonio del conocimiento que el hombre tuvo de aquellas leyes en el pasado. El viaje y la estancia en Grecia, durante varios meses o años, eran una obligación para quien se afanara en descifrar los misteriosos principios ocultos en las piedras de los ruinosos templos. «Testigos útiles y no simples piedras muertas del pasado» los llamó Le Corbusier, quien permaneció cerca de un mes en Atenas visitando la Acrópolis. No había otro modo de conocer tales principios puesto que los griegos no dejaron prácticamente ningún escrito sobre su filosofía de la arquitectura.
El tratado más remoto que se conoce, respecto a los saberes de nuestro oficio en la antigüedad, son los Diez libros de la arquitectura de Vitruvio, pero Vitruvio, un arquitecto romano, vivió cuatro siglos después de la construcción de la Acrópolis de Atenas. Adicionalmente, a decir de los historiadores, el autor de los Diez Libros debió haber sido un personaje poco relevante en su tiempo; y su obra, aunque históricamente estimable, describe tan sólo una fragmentada y confusa parte de los fundamentos de la arquitectura antigua (Vitruvius, 1960, p. iv). La leyenda de que para Vitruvio los tres principios esenciales de la arquitectura fueron la tríada utilitas, firmitas y venustas, además de ser falsa, ha devenido en otra cómoda costumbre, otro lugar común de escaso provecho para la comprensión de las mencionadas leyes[2]. Leer a Vitruvio efectivamente trae varios beneficios, sus relatos son muy bellos (véase la leyenda de Arístipo en el libro VI), pero es improbable que el lector común descifre la clave de las leyes internas e inmutables de la arquitectura por mediación de las páginas de sus Diez libros.
NOCIONES, NO DEMASIADO REMOTAS, DE LAS LEYES INTERNAS E INMUTABLES DE LA ARQUITECTURA
Hemos manifestado que, según la “actitud clásica” anteriormente referida, la arquitectura posee elementos, reglas y formas propias afirmadas en el conocimiento de los principios generales y de los elementos del juego lógico-sintáctico de la delimitación del espacio. Es sorprendente pero el conjunto de estos preceptos nunca ha sido expuesto de forma clara y sencilla para el conocimiento del amplio público interesado. Probablemente lo más cercano fueron las teorías tectónicas del siglo XIX. Lamentablemente estas teorías no son muy conocidas en nuestro medio —apenas hace tres años fueron traducidas por primera vez al español— y requieren ser explicadas.
Los alemanes, usualmente porfiados en definir todo sistema de conocimientos en conceptos precisos, se empeñaron, a mediados del siglo XIX, en descifrar las confusas instrucciones heredadas del legado clásico antiguo. Seguramente nadie lo ha hecho mejor que ellos desde entonces. Cabe mencionar al menos dos importantes aportes germanos a la comprensión de las leyes internas de la arquitectura: la teoría tectónica de Karl Bötticher, manifestada en su libro Die Tektonik der Hellenen (La tectónica de los griegos) de 1852, y la Kunstformenlehre (Teoría de la belleza formal) de Gottfried Semper, de 1859; teoría que fue ampliada posteriormente en su Stillehre (Teoría del estilo).
El intento de Gottfried Semper por crear una teoría general de la arquitectura parte del estudio de los descubrimientos de Pitágoras. A su parecer, en la teoría pitagórica de las analogías se encontraba la llave para comprender las formas y las reglas de la arquitectura. Para Semper, los principios filosóficos pitagóricos se reflejaban en los edificios griegos de la manera más fácil, elemental y comprensible. Después de Pitágoras, quien lamentablemente no dejó ningún texto escrito, Semper estudia a Vitruvio pero considera que las explicaciones conceptuales de Vitruvio son dudosas y confusas y afirma que “el texto donde aparecen está tan desfigurado que en vano se ha tratado de desarrollar la teoría de la que proceden dichas citas” (Semper, Escritos fundamentales de Gottfried Semper, 2014). Finalmente, la teoría tectónica de Semper busca ser una reconstrucción de la filosofía griega de la arquitectura, a partir de los fragmentos hallados en los textos de Vitruvio y del concepto de tectónica expresado en los escritos de Karl Böticher.
¡Atención!, lo que Bötticher y Semper descubrieron es ALGO QUE LA CULTURA ARQUITECTÓNICA NO DEBIÓ VOLVER A OLVIDAR NUNCA MÁS, pero lo hizo. No sólo cayeron en el olvido sus ideas sino que incluso han sido recientemente alteradas hasta el punto de lo irreconocible.
Lamentablemente el término tectónica ha llegado a nuestro tiempo de manera absolutamente retorcida, en especial gracias a los casi siempre inextricables escritos de Kenneth Frampton. No es necesario extender demasiado la explicación del concepto de tectónica que maneja Frampton porque es el que predomina hoy en día. Quien quiera puede acceder con facilidad a su libro Estudios sobre cultura tectónica. Poéticas de la construcción en la arquitectura de los siglos XIX y XX. Basta recalcar que, para Frampton, la tectónica es, como se menciona en el título de su libro, una “poética de la construcción” o, dicho de otro modo, una “construcción adornada”. Según Frampton la tectónica es un asunto esencialmente técnico, constructivo, simbólico y material. Pese a que se basa en las teorías de Semper, lo hace desentendiendo la esencia de las ideas semperianas. Por este motivo, hoy en día, se tiene la mala costumbre de creer que lo tectónico tiene que ver exclusivamente con los sistemas constructivos ligeros, con los ensambles, la representación de la construcción y la carpintería, pero no es así. No es esto lo que Semper da a entender en sus importantes definiciones del término.
En la pérdida de sentido del concepto “tectónica” está la clave para entender la esencia de los problemas de la cultura arquitectónica contemporánea. Para Semper, como para los antiguos griegos, la arquitectura, anclada a las leyes de la tectónica, se halla más próxima a la música que a la pintura y la escultura. La tectónica no es, por lo tanto, una cualidad material ni constructiva, como afirma Frampton, sino una cualidad esencialmente compositiva y orientada al goce del espíritu.
El olvido y la compleja tergiversación de la idea de tectónica es, para la arquitectura, comparable a lo que supondría el desconocimiento de los principios de la tónica en la esfera de la cultura musical[3]. Del mismo modo que en la música hay quienes nacen dotados de la habilidad de reconocer sensiblemente y poner en relaciones armoniosas los elementos de la composición sonora, en la arquitectura también hay quienes poseen el don de manejar la disposición armoniosa de los elementos, bajo la luz, en el espacio.
La próxima semana explicaremos las leyes internas de la arquitectura según la teoría tectónica de Semper para, desde allí, comenzar el análisis de la aplicación de los principios del clasicismo en los diversos periodos de la historia: desde los griegos hasta el Movimiento Moderno.
Bibliografía
Panofsky, E. (1998). Idea. Madrid: Ediciones Cátedra, S. A.
Frampton, K. (1999). Estudios sobre cultura tectónica. Madrid: Ediciones Akal, S. A.
Semper, G. (1990). Atributos de la belleza Formal. (J. M. León, Ed.) Madrid: Editorial Nerea S.A.
Vitruvius, M. (1960). The Ten Books on Architecture. New York: Dover Publications, Inc.
Semper, G. (2014). Escritos fundamentales de Gottfried Semper. (A. A. Aira, Ed., & M. G. Roig, Trad.) Barcelona: Fundación Arquia.
[1] Discontinuidades, pluralismos y contrastes han sido, según Josep María Montaner, las premisas básicas de la arquitectura después de la mitad del siglo XX. Josep María Montaner, Después del movimiento moderno, arquitectura de la segunda mitad del siglo XX, 2002.
[2] En sus Diez libros, Vitruvio afirma algo mucho más importante en realidad, algo que sin embargo no se acostumbra a repetir con la misma insistencia que la erróneamente denominada “triada vitruviana”. Al inicio del capítulo II del primer libro Vitruvio indica que la arquitectura depende de: Orden, Arreglo, Eurythmia, Symmetria, Ornamento y Distribución. Estos serán los principios fundamentales que retoman los arquitectos germanos del siglo XIX para su teoría tectónica.
[3] El empleo de las leyes internas de la tónica musical y la existencia de uno o más centros tonales es esencial en la gran mayoría de obras musicales, cualquiera que sea el estilo. El músico simplemente debe conocer o, al menos intuir y tener habilidades innatas y adquiridas para el dominio de las leyes tónicas, así sea que componga con la intención de rechazarlas. El arquitecto, en cambio, desconoce las leyes tectónicas, aun cuando muchas veces las emplea de forma intuitiva.
Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.