Desde el anhelo por ver lo que debe ser visto, comprometernos y entender nuestra presencia; la sección de los viernes pretende (re)descubrir obras que, a través de su aceptación y dominación de la realidad se han desafiado para buscar “nada menos que el todo”.

 

 

Texto y fotografía por Johanna Medina

Tiempo de lectura: 3 minutos, número de palabras: 350

 

 

Casa Arellano – Juan Espinoza.

Pasaje Orbigny y Av. Atahualpa.

Quito, Ecuador.

Proyección: 1973.

 

Parte II

Anotaciones respecto a una conversación sobre la posibilidad de “adecuar” un departamento privado en las dos plantas superiores de la Casa Arellano.

 

 

Cómo proceder cuando una casa permanece más tiempo que la efímera vida de una familia:

Después de 44 años, la Casa Arellano continúa siendo la mejor versión construida de una idea superior.

Lejos de forzar un espacio bajo el ego y maquillarlo de ornamento, o rendirse al facilismo rellenando una quebrada y aplanando un solar; se ha comprendido, respetado y ordenado un terreno complejo, se ha entramado al ladrillo con cuidado y se han modulado los espacios con respecto a este, al ser humano y al universo, se ha atendido detalladamente al habitar, pero sobre todo, se ha permanecido fiel al anhelo de belleza.

Las fotografías y los rostros de los habitantes delatan que los pequeños y grandes acontecimientos de su existencia no sólo han sido posibles, pero se han dignificado con un justo escenario.

Es cierto que las necesidades cambian, el uso del vecindario muta, los hijos se van y llega la vejez; pero la temporalidad de la arquitectura es distinta y los espacios, con más o menos muebles, con lluvia o sol, con familia o sin ella, 40 años antes o 40 después, custodian apasionados la intensión de las perspectivas dibujadas por su proyector.

Cuando la idea controla con amor a toda la relatividad del mundo material, esta multiplicidad se rinde con orgullo al todo y juntos se atan a la vida. Lo que sucede con esta casa es que no ha sido concebida para un ser particular, sino para la humanidad entera; y cuando una obra llega a ser arquitectura, deja de pertenecer a un propietario para enraizarse como parte del mundo.

Y el centro espacial que ensambla a las habitaciones convirtiéndola en un hogar; aquella voluntad materializada es tan pura que violarla se convierte en un crimen que ningún ser -en cuanto humano- está dispuesto a ejecutar.

 

Perspectivas · 1973

Hall de Acceso

 

Sala de Estar

 

Sala

 

Estudio

 

Dormitorio Principal

 

Fotografías · 2017

 

Las perspectivas dibujadas a mano son de autoría del Arq. Juan Espinosa y forman parte de su archivo personal; han sido publicadas con su autorización.